Según datos de la encuesta Actitudes y percepciones de la población española sobre el Alzheimer, que la Fundación Pasqual Maragall, ha llevado a cabo en la población general y que el Diario Médico publica el 21/01/2021(requiere registro sin coste), existen ciertas creencias incorrectas con respecto a la enfermedad de Alzheimer en lo referente a su definición, su relación con la edad y los factores de riesgo con los que se asocia.
En concreto, se presentan 5 mitos que merecen aclaración.
Vamos con ellos.
Frente a lo que piensa casi el 40% de la población española, la enfermedad de Alzheimer no es una consecuencia inevitable de envejecer ni tampoco es una manifestación del proceso normal de envejecimiento.
De hecho, si fuera una consecuencia inevitable, todos los mayores de 65-75-85-95 años... ponga el lector la edad que quiera, tendrían Alzheimer y ningún menor de 65 podría tenerla..., pero ninguna de las dos cosas sucede tal y como se explica en el próximo apartado Población afectada por la enfermedad de Alzheimer.
Por otra parte, no puede entenderse como un proceso normal porque, de hecho, es una enfermedad cerebral enmarcada dentro del grupo de las demencias en la que, junto a cambios visibles en el cerebro como la aparición de placas de proteína amiloide y fibrillas TAU que alteran el funcionamiento normal de las neuronas, se produce un deterioro cognitivo, o lo que es lo mismo, un empeoramiento de la cognición.
La cognición es la facultad de un ser vivo para procesar y valorar información a partir de:
y en la que participan procesos como el aprendizaje, el razonamiento, la atención, la memoria, la resolución de problemas, la toma de decisiones y los sentimientos.
La demencia es un término general que se usa para definir un grupo concreto de síntomas (directamente relacionados con la cognición) que afectan a la capacidad de una persona para realizar actividades cotidianas incluyendo dificultades con:
Supone, por tanto, la pérdida de la independencia que previamente se tenía para el funcionamiento normal en el contexto personal, laboral, familiar y social de quien la sufre, lo que se traduce en un elevado impacto económico y social para las personas afectadas, sus familiares cuidadores y el conjunto de la sociedad.
La enfermedad de Alzheimer representa el tipo más frecuente de demencia (entre un 60% y un 70% de los casos).
Principales conclusiones del vídeo en torno a la pregunta planteada:
Frente a lo que piensa casi el 40% de la población española, el alzhéimer no se debe a una única causa específica como sucede por ejemplo con la gripe, que es una infección producida por un tipo concreto de virus.
De hecho, los factores que condicionan que pueda o no llegar a desarrollarse la enfermedad son varios, de forma que es la suma de estos factores y no la existencia de uno de ellos en concreto, lo que va a determinar su aparición. Cada uno de estos factores son los que denominamos factores de riesgo.
Hago esta reflexión porque el perfil genético, aunque sí influye en la probabilidad de que se desarrolle alzhéimer si presenta determinadas características, no es suficiente en sí mismo pues va a estar modulado por estos otros factores de riesgo condicionando el desarrollo o no de la enfermedad. Lo interesante de todo esto es que estos factores de riesgo son potencialmente modificables y, por tanto, médicos y sociedad vamos a poder intervenir sobre ellos.
Para verificar si esto es cierto, nos asomamos a los números y estos nos dicen que solo una minoría de los casos de alzhéimer (menos del 1%) se transmite hereditariamente entre generaciones de la misma familia.
NOTA IMPORTANTE |
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Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la existencia de factores de riesgo potencialmente modificables implica que es posible prevenir la demencia mediante una estrategia de salud pública que incluya la implementación de intervenciones clave que retrasen o desaceleren el deterioro cognitivo y la demencia. |
Más del 20% de los encuestados lo considera así pero, como he apuntado en el apartado anterior, la probabilidad de desarrollar alzhéimer depende de varios factores, algunos de ellos modificables y entre estos, muchos íntimamente ligados con el estilo de vida
Para explicarlo, vamos a revisar algunos conceptos relacionados con el riesgo de desarrollo de una enfermedad.
Un factor de riesgo es toda circunstancia o situación que aumenta las probabilidades de que una persona contraiga una enfermedad, tenga una lesión o sufra cualquier problema de salud. Por ejemplo, fumar es factor de riesgo de cáncer de pulmón porque la probabilidad de aparición de esta enfermedad es mayor en personas con el hábito de fumar que en las que no han fumado nunca.
Esta probabilidad es la misma que aplica cuando jugamos a la lotería. Sus principios son simples.
Si uno solo de nosotros comprara todos los décimos y series de todos los números de la lotería de Navidad, la probabilidad de llevarse el premio gordo (y todos los demás, incluyendo reintegros) para esa persona sería del 100%. Dicho de otro modo, una vez realizado el sorteo, esa persona ganaría todo porque, sea cual sea el número premiado, lo va a tener en su poder.
Imaginemos ahora que el premio por el que se juega no es dinero, sino desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
Por el mismo razonamiento, la mejor forma de que evitar este premio sería no tener ningún décimo. Así, nuestra probabilidad de no desarrollar la enfermedad sería del 100%.
Perfecto, pues ya está, ¿no?
Pues no. En salud, a diferencia de la lotería, no podemos “decidir” no tener ningún número para no desarrollar una enfermedad. Y esto es así por varias razones:
Por ejemplo, si una persona tiene una predisposición genética a desarrollar un cáncer y además ha vivido muchos años (sin saberlo) en un lugar con altas concentraciones de un agente altamente cancerígeno, incluyendo su infancia, su probabilidad de padecer cáncer será mayor que la de otra persona que no cuente con estos factores o que, teniendo predisposición genética, haya mantenido una serie de hábitos en su día a día a lo largo de toda su vida que han evitado que finalmente desarrolle la enfermedad.
NOTA IMPORTANTE |
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Las recomendaciones para conocer y controlar los factores de riesgo modificables de demencia y deterioro cognitivo son aplicables a la población general, incluyendo a aquellas personas que cuentan con un perfil genético de riesgo o con antecedentes familiares de primer grado (padre, madre o hermano/hermana) en uno o más miembros de su familia |
Ya he mencionado que existen dos tipos de factores de riesgo: los potencialmente modificables y los no modificables.
Entre los primeros se encuentran la edad (tenemos la que tenemos y año tras año cambiará de dígito...), la existencia de antecedentes familiares con enfermedad de Alzheimer y nuestro propio perfil genético (gen APOE).
De todos ellos hemos hablado y ahora ya sabemos que una cosa es que existan factores no modificables que incrementen el riesgo de terminar desarrollando la enfermedad y otra muy distinta es que nos condenen sí o sí a desarrollar la enfermedad.
Luego están los potencialmente modificables. Gracias a ellos, está en nuestra mano no comprar estos "décimos" que sabemos pueden incrementar la probabilidad de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
NOTA IMPORTANTE |
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Tomar medidas para reducir el riesgo de sufrir un deterioro cognitivo o una demencia no garantiza no desarrollarlas, pero puede reducir la probabilidad de desarrollarlas o puede ayudar a que aparezcan más tarde de lo que lo habrían hecho si no se hubieran tomado las correspondientes medidas de reducción del riesgo. |
El estado de salud del cerebro está íntimamente ligada a la salud cardiovascular pues, no en vano, él solo consume el 20% del oxígeno y de la energía suministrada desde nuestro corazón a todo el organismo a través de los vasos sanguíneos.
Por ello, es la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) quien explica que hay pruebas suficientemente sólidas de que la actividad física regular y un buen control de los factores de riesgo cardiovascular, incluyendo:
se asocia con un menor riesgo de deterioro cognitivo y puede estar asociado con un menor riesgo de demencia.
Esto significa que, si usted tiene el colesterol alto o diabetes o hipertensión, no debe descuidarlas. Lo correcto es acudir a su centro de salud con la regularidad que su médico de cabecera le indique y atender sus indicaciones y recomendaciones a fin de asegurar que su enfermedad está bien controlada. Su involucración en esto es fundamental.
En caso de ser fumador la recomendación es, obviamente, que deje de fumar.
Con respecto a la obesidad, la recomendación no puede ser otra que una pérdida de peso según recomiende su médico en el contexto de su edad y características.En la próxima estrada del blog revisaré qué nos dicen a este respecto diferentes estudios publicados sobre este factor de riesgo.
Voy cerrando este bloque comentando que, según la OMS, hay pruebas suficientemente sólidas de que una dieta saludable y basada en la dieta mediterránea puede ser de utilidad en adultos con capacidad cognitiva normal o con deterioro cognitivo leve para reducir el riesgo de disminución de la capacidad cognitiva o de demencia. Dicho esto, según el estado de salud de cada persona, dicha dieta deberá ser adaptada y revisada periódicamente por el médico según las circunstancias de cada paciente.
Finalmente, la OMS también recoge que se debe recomendar la actividad física a los adultos con funciones cognitivas normales para reducir el riesgo de una disminución de la capacidad cognitiva.
Aunque el 40% de la población cree que esto es así, es necesario hacer algunos matices.
Además de los ya comentados, existen otros factores de riesgo potencialmente modificables que son muy relevantes en el contexto de la enfermedad de Alzheimer y sobre los que aún no hemos hablado.
Me estoy refiriendo al aislamiento social y la inactividad cognitiva, entendida esta última como la falta de actividades en el día a día que requieran aprendizaje, razonamiento, atención, memoria, resolución de problemas o toma de decisiones.
Y son relevantes porque en ambos casos contribuyen a reducir nuestra reserva cognitiva, concepto que se utiliza para hacer referencia a la capacidad de nuestro organismo de resistir el deterioro cerebral sin presentar síntomas.
Así, cuanto mayor sea esta reserva, más podrá ayudar a compensar los efectos del envejecimiento o de alteraciones cerebrales tipo demencia como el alzhéimer. Sin embargo, no es correcto interpretar que la reserva cognitiva actúe como un antídoto que previene las enfermedades cerebrales ni que evite el envejecimiento neuronal.
A cambio, sí se puede entender como un factor que contribuye a retrasar el posible deterioro cognitivo, promoviendo una red neuronal más resistente.
Por ello, todo lo que sea tratar de neutralizar estos dos factores de riesgo (aislamiento e inactividad) es altamente recomendable. En este línea, incorporar al día a día estrategias que contribuyan al aprendizaje continuo y al entrenamiento cognitivo será de valor en la reducción del riesgo de deterioro cognitivo.
Estos pueden tomar formas tan variadas como:
Lo importante es que tengan un componente de reto por tratarse de actividades nuevas o que requieren hacer un esfuerzo por ser diferentes de cosas a las que estamos acostumbrados.
Este último mito es una creencia presente en una de cada tres personas, pero es falso.
La enfermedad de Alzheimer es un proceso degenerativo, crónico e irreversible de curso lento y progresivo que no puede prevenirse ni tratarse con la simple prescripción de uno o varios medicamentos pues lamentablemente, las opciones de tratamiento con las que los neurólogos y geriatras cuentan en la actualidad se limitan a (4) tratamientos sintomáticos de tipo farmacológico (donepezilo, galantamina, rivastigmina y memantina).
Afortunadamente, las personas con alzhéimer cuentan con la aportación de otros profesionales sanitarios (enfermería, neuro-psicólogos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales ...) y de los propios cuidadores familiares o trabajadores sociales volcados en esta enfermedad, que se antoja fundamental e imprescindible para su manejo y calidad de vida.
Ante esta situación, es importante recalcar la importancia de conocer y actuar frente a los factores potencialmente modificables que inciden en la probabilidad de desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.
Finalmente añadir, desde el punto de vista de la terapéutica, que las expectativas están puestas en la llegada de tratamientos modificadores de enfermedad (incluyendo los biológicos, que podrían ser los próximos en alcanzar el mercado sanitario a expensas de cómo los valoren las autoridades sanitarias FDA/EMA), las técnicas de estimulación cerebral no invasiva y otras.
En este blog, iremos abordando progresivamente las diferentes líneas de trabajo que desde la ciencia se están llevando a cabo frente a la enfermedad de Alzheimer, algunas ya disponibles y aplicadas, siempre desde el rigor científico, el compromiso con la divulgación y recabando la opinión de los expertos e investigadores.